lunes, 23 de enero de 2017

¿CUÁNDO DEJAR EL CHUPETE?

Que el niño abandone el chupete es algo que suele preocupar a los padres. De hecho, cuando los padres albergan expectativas negativas, suelen provocan retrasos excesivos y que el momento de retirar el chupete se convierta en un verdadero problema porque, cuanto mayor es el niño, más difícil resulta convencerlo.

Los bebés comienzan a succionar durante el embarazo. Por medio de las ecografías se comprueba que el niño chupa el pulgar desde el quinto mes de embarazo como un acto reflejo que prepara su organismo para alimentarse después de nacer.

Durante los primeros meses de vida, la succión forma parte del conjunto de reflejos primarios que ayudan al bebé a adaptarse al nuevo medio. Posteriormente, el succionar se convierte en una actividad voluntaria que proporciona relajación y placer al bebé, también consuelo cuando siente miedo o ansiedad al separase de su madre, en la oscuridad, en el momento de dormir o ente cualquier circunstancia que desconoce y le produce temor o ansiedad. En esos casos, la succión actúa como un sedante que tranquiliza al niño.

A lo largo de los dos primeros años, el niño se encuentra en la fase oral y todo su mundo afectivo se desarrolla en torno a las actividades que tienen relación con la boca como pueden ser la succión, la alimentación, chupar objetos o morder. A medida que aumenta su desarrollo emocional, el pequeño encuentra otras formas de controlar la ansiedad y los temores, abandonando progresivamente la necesidad de succionar el chupete o el dedo.

Conviene que durante esta fase oral el niño utilice el chupete, de no ser así, probablemente satisfaga la tendencia y la necesidad de chupar utilizando el dedo.
Cuando el niño tiene una evolución emocional correcta, durante el segundo año de vida disminuye la utilización del chupete, incluso puede limitarse a los momentos de ir a dormir. De hecho, es probable que el niño, una vez conciliado el sueño, expulse el chupete de la boca.

Alrededor de los veinticuatro meses, y siempre que reciba estímulos positivos que aumentan la confianza en sí mismo, puede comenzar el abandono progresivo del chupete. Los padres deben ser comprensivos y ofrecer al niño alternativas al chupete en los momentos tensos en los que siente inseguridad, ansiedad o miedo. El apoyo afectivo del padre y la madre o el abrazo a un muñeco de peluche pueden ser alguno de estos sustitutos.

No es aconsejable que fuercen al niño para abandonar el chupete antes de que disponga de madurez suficiente porque, es probable que comience a chuparse el dedo, y este hábito es más difícil de erradicar ya que el dedo no puede desaparecer. Otras estrategias como colocar en el dedo esparadrapo, productos amargos o guantes por la noche está totalmente desaconsejado. Se trata de que el pequeño busque otras estrategias para afrontar los momentos emocionalmente tensos, no de hacerle pasar un mal rato.

Cuando el objetivo que se persigue es el abandono del chupete, igual que en otras estrategias educativas, las riñas, las amenazas, los chantajes o el castigo son ineficaces y sólo conducen a minar la seguridad en sí mismo y la autoestima del niño, generándole displacer,  introversión y timidez.

Hay que buscar el momento idóneo para comenzar. Nunca pretendan que abandone el hábito del chupete si tiene que vivir algún tipo de cambio que le genere ansiedad, como puede ser una nueva habitación, un nuevo domicilio, el comienzo de su escolarización, la llegada de un hermanito, la separación temporal del padre o de la madre, la retirada del pañal, etc.

Antes de pretender que abandone el chupete, es muy importante reforzar la imagen positiva que el niño está creando de sí mismo, alabar sus logros con frecuencia y fomentar su deseo de “ser mayor”. Poco a poco, se pueden alargar los ratos diarios en los que no utiliza el chupete, hasta que sólo lo utilice para conseguir la tranquilidad necesaria que le ayuda a conciliar el sueño.

Cuando pida el chupete durante el día, en vez de negárselo directamente, los padres pueden ofrecerle otras actividades alternativas que le mantengan ocupado y distraído.
Conviene observar en qué momentos recurre al chupete para obtener consuelo, saber qué es lo que le preocupa o perturba y ofrecerle apoyo afectivo en esas situaciones en vez del chupete.

Durante el día, procuren que el pequeño no vea el chupete si no le permiten utilizarlo y, cuando por fin lo abandone, no vuelvan a dárselo. El mejor remedio para no caer en la tentación de utilizarlo es no tenerlo en casa.
En todo momento, felicítenle por su esfuerzo y su logro premiándole con una dosis extra de comprensión, apoyo y mucho cariño.

Los padres y las madres que, por temor a que el niño pase una mala noche, corren el riesgo de alargar en el tiempo el hábito del chupete, es conveniente que conozcan las consecuencias físicas, además de las emocionales. Usar el chupete habitualmente, más allá de los dos años, puede producir un desplazamiento del maxilar superior de forma que no coincidan los dientes superiores con los inferiores al cerrar la boca, con las consecuencias negativas que esto provoca en la correcta pronunciación y en la masticación. El problema es mayor en el caso de chuparse el dedo porque es más duro que la tetina y menos higiénico.

No deben angustiarse antes de tomar la decisión de quitar el chupete a su hijo, él es capaz de superar grandes retos para conseguir la aprobación y el cariño de sus padres.
Recuerden que merece la pena, siempre es preferible pasar unos días con un poco de ansiedad y sueño para garantizar la salud física y emocional de su hijo.



Referencia web: http://www.waece.org/notaspad/21/

No hay comentarios:

Publicar un comentario