Que el niño
abandone el chupete es algo que suele preocupar a los padres. De hecho, cuando
los padres albergan expectativas negativas, suelen provocan retrasos excesivos
y que el momento de retirar el chupete se convierta en un verdadero problema
porque, cuanto mayor es el niño, más difícil resulta convencerlo.
Los bebés comienzan a succionar durante el embarazo. Por medio de las ecografías se comprueba que el niño chupa el pulgar desde el quinto mes de
embarazo como un acto reflejo que prepara su organismo para alimentarse después
de nacer.
Durante los primeros
meses de vida, la succión forma parte del conjunto de reflejos primarios que
ayudan al bebé a adaptarse al nuevo medio. Posteriormente, el succionar se
convierte en una actividad voluntaria que proporciona relajación y placer al
bebé, también consuelo cuando siente miedo o ansiedad al separase de su madre,
en la oscuridad, en el momento de dormir o ente cualquier circunstancia que
desconoce y le produce temor o ansiedad. En esos casos, la succión actúa como
un sedante que tranquiliza al niño.
A lo largo de
los dos primeros años, el niño se encuentra en la fase oral y todo su mundo
afectivo se desarrolla en torno a las actividades que tienen relación con la
boca como pueden ser la succión, la alimentación, chupar objetos o morder. A
medida que aumenta su desarrollo emocional, el pequeño encuentra otras formas
de controlar la ansiedad y los temores, abandonando progresivamente la
necesidad de succionar el chupete o el dedo.
Conviene que
durante esta fase oral el niño utilice el chupete, de no ser así, probablemente
satisfaga la tendencia y la necesidad de chupar utilizando el dedo.
Cuando el niño
tiene una evolución emocional correcta, durante el segundo año de vida
disminuye la utilización del chupete, incluso puede limitarse a los momentos de
ir a dormir. De hecho, es probable que el niño, una vez conciliado el sueño,
expulse el chupete de la boca.
Alrededor de los
veinticuatro meses, y siempre que reciba estímulos positivos que aumentan la
confianza en sí mismo, puede comenzar el abandono progresivo del chupete. Los
padres deben ser comprensivos y ofrecer al niño alternativas al chupete en los
momentos tensos en los que siente inseguridad, ansiedad o miedo. El apoyo
afectivo del padre y la madre o el abrazo a un muñeco de peluche pueden ser
alguno de estos sustitutos.
No es
aconsejable que fuercen al niño para abandonar el chupete antes de que disponga
de madurez suficiente porque, es probable que comience a chuparse el dedo, y
este hábito es más difícil de erradicar ya que el dedo no puede desaparecer. Otras
estrategias como colocar en el dedo esparadrapo, productos amargos o guantes
por la noche está totalmente desaconsejado. Se trata de que el pequeño busque
otras estrategias para afrontar los momentos emocionalmente tensos, no de
hacerle pasar un mal rato.
Cuando el
objetivo que se persigue es el abandono del chupete, igual que en otras
estrategias educativas, las riñas, las amenazas, los chantajes o el castigo son
ineficaces y sólo conducen a minar la seguridad en sí mismo y la autoestima del
niño, generándole displacer, introversión y timidez.
Hay que buscar
el momento idóneo para comenzar. Nunca pretendan que abandone el hábito del
chupete si tiene que vivir algún tipo de cambio que le genere ansiedad, como
puede ser una nueva habitación, un nuevo domicilio, el comienzo de su
escolarización, la llegada de un hermanito, la separación temporal del padre o
de la madre, la retirada del pañal, etc.
Antes de
pretender que abandone el chupete, es muy importante reforzar la imagen
positiva que el niño está creando de sí mismo, alabar sus logros con frecuencia
y fomentar su deseo de “ser mayor”. Poco a poco, se pueden alargar los ratos
diarios en los que no utiliza el chupete, hasta que sólo lo utilice para
conseguir la tranquilidad necesaria que le ayuda a conciliar el sueño.
Cuando pida el
chupete durante el día, en vez de negárselo directamente, los padres pueden
ofrecerle otras actividades alternativas que le mantengan ocupado y distraído.
Conviene
observar en qué momentos recurre al chupete para obtener consuelo, saber qué es
lo que le preocupa o perturba y ofrecerle apoyo afectivo en esas situaciones en
vez del chupete.
Durante el día,
procuren que el pequeño no vea el chupete si no le permiten utilizarlo y,
cuando por fin lo abandone, no vuelvan a dárselo. El mejor remedio para no caer
en la tentación de utilizarlo es no tenerlo en casa.
En todo momento,
felicítenle por su esfuerzo y su logro premiándole con una dosis extra de
comprensión, apoyo y mucho cariño.
Los padres y las
madres que, por temor a que el niño pase una mala noche, corren el riesgo de
alargar en el tiempo el hábito del chupete, es conveniente que conozcan las
consecuencias físicas, además de las emocionales. Usar el chupete
habitualmente, más allá de los dos años, puede producir un desplazamiento del
maxilar superior de forma que no coincidan los dientes superiores con los
inferiores al cerrar la boca, con las consecuencias negativas que esto provoca
en la correcta pronunciación y en la masticación. El problema es mayor en el
caso de chuparse el dedo porque es más duro que la tetina y menos higiénico.
No deben
angustiarse antes de tomar la decisión de quitar el chupete a su hijo, él es
capaz de superar grandes retos para conseguir la aprobación y el cariño de sus
padres.
Recuerden que
merece la pena, siempre es preferible pasar unos días con un poco de ansiedad y
sueño para garantizar la salud física y emocional de su hijo.
Referencia web: http://www.waece.org/notaspad/21/
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